Nacho Vegas, el hombre que casi sonríe
Imágenes y textos: Gabriel del Molino
Para mí Nacho Vegas es uno de esos músicos que derraman talento, buenas letras y canciones que podrían ser himnos generacionales pero que, sin embargo, no logran transmitirme demasiada emoción. Reconozco su valía, sus discos geniales y hasta algunas canciones me parecen excesivamente bellas pero en ninguno de sus discos he conseguido tener una experiencia cautivadora. Si acaso, su trabajo con Bunbury “el tiempo de las cerezas”, me causó un par de buenos momentos en algunas escuchas. Pero pare usted de contar.
Nunca lo había visto en directo. Había oido que sus conciertos son una caja de sorpresas de principio a fin. Y el viernes estuvo en la Oasis. De negro riguroso, con una pose que aguantó desde la primera canción hasta la última, ningún pelo de su cabeza se movió más de un milímetro en las dos horas que estuvo sobre el escenario. No pudo sudar mucho más que el portero que estaba en la puerta recogiendo las entradas y no tuvo tiempo de ensayar una sonrisa. Se disculpó, eso sí, de su última actuación en Zaragoza de hace dos años, que no debió ser su mejor momento.
Repasó su último disco “La zona sucia” y los éxitos de sus anteriores trabajos que coreaba un público entregado. Y me agradó -y eso que su voz no es su mejor arma, no se entendía bien su vocalización, no me transmitió emoción-, pues gana con respecto al frío disco. Aún así, falta energía en sus puestas en escena, algo de juego con el público o, simplemente, comunicació, y un cambio de vocalización en sus letras. Suenan igual todas.
Y me fijaré más cuando escuche sus canciones, pero no prometo nada.
Os dejamos también la crónica de Octavio Gómez Milián











